Muchos son los tiempos muertos en los que “jugamos” (sin ocupar la mente en otra actividad que no sea distraernos) a “que pasaría si”.
En esos juegos, por lo general, tenemos el poder de decisión sobre situaciones y podemos cambiar todo a nuestro antojo. Supongo que hay veces en las que todos, y más que menos las mujeres, nos cuestionamos qué cambiaríamos de nosotras.
Hace poco lanzamos una pregunta al aire en un grupo de amigos: elige tres cosas que cambiarías de ti mismo.
Difícil decantarse por sólo tres siendo lo críticos que somos siempre con nosotros mismos, pero la idea era seleccionarlas y el final del juego era aceptarlas tal y como eran. Así somos de intensos.
Y en esta línea, me pregunto qué 3 cosas cambiarías de ti. Yo, como si de una entrevista en Letterman se tratase, contestaría para después aceptarme:
Los labios. Los quiero más voluminosos. Es así desde que tengo uso de razón, por eso siempre me he dejado llevar por los labiales que tienen efectos ópticos y aumentan el colágeno o dan más color sin salir de los límites de la naturalidad.
La vista. Uso gafas desde que abusé de los libros. Por ello tengo vista cansada y cada vez tengo que llevar más tiempo las gafas. Tengo grima de las lentillas como Jennifer Aniston, así que necesito dos ojos más que sean bonitas y cómodas, sobre todo bonitas.
El pelo. Aunque parezca que es así de moldeado y largo y porque-yo-lo-valgo, mi pelo es alucinantemente revoltoso. Se enreda, es fino y encrespado. Qué haría entonces sin un champú, acondicionador y buen peluquero (Cedric, de Frank Provost de C/Claudio Coello en Madrid).
Pero sin obsesiones: ver documentales sobre el Universo de Stephen Hawking me ha hecho comprender todo con una mente global y, estas pequeñas cosas ya sé que no son nada, porque la nada no existe. Así que, una vez terminado el tiempo muerto, volvemos a la realidad, que supone aceptarla tal y como es y salir a la calle a renovar el armario, que ya es otoño.
Take care,
SiL