A veces no hay que irse muy lejos para que la conversación torne en algo tan predecible como es hablar de que el entorno es “una gozada” y que “esto parece el paraíso”. Los españoles somos muy dados a apuntar fuera de nuestras fronteras para pensar que, en el Caribe, por ejemplo, es donde mejor descansaríamos y donde más disfrutaríamos. Es por esto por lo que no nos damos cuenta de que, a unas horas en coche tomando como origen cualquier punto de la península, tenemos un lugar muy concreto con un microclima que te impulsa a fibrilar hasta en noviembre. Y eso es lo que me pasó el fin de semana pasado en Marbella. Tomando el sol, como si hubiera comprado un billeta de ida y vuelta al 14 de julio directa al hotel Puente Romano.
Take care,
SiL