En realidad, cualquier toque que marque un pequeño despunte es válido en cualquier situación, pero el color blanco se me encapricha últimamente como una jugada ganada en el tema que aquí concretamos: el "qué me pongo". Los estampados atigrados siguen siendo mi flecha al corazón y las múltiples posibilidades que dan unas simples gafas de sol continúan haciendo que llegue tarde a todas las citas, pero el mero hecho de aliñar cualquier look con un blazer blanco se ha vuelto una prioridad hasta que las temperaturas estivales me obliguen a desprenderme de él (y se convierta en un por-si-acaso en la maleta). Sigo, en cualquier caso, contando los días para el verano. El remedio no existe.
SiL