Para el hombre tener un buen pelo es importante, aunque muchos le quieten importancia. Yo no es que tenga una melena envidiable, pero sí soy bastante tiquismiquis con quien mete la tijera entre mis humildes mechones. Un trasquilón y la seguridad masculina puede quedar mermada. Así que, tras varias preguntas acerca de mi situación capilar [y rebautizos tales como "La peluquería cuqui de Javo" (hola, Ari Bradshaw)], os voy a confesar un secreto.
Hasta hace un año, yo me cortaba el pelo en la peluquería que había al lado de mi casa sin darle mayor importancia. Ir, cortar, pagar y salir. Pero un verano, justo antes de las vacaciones, colgaba de la puerta un cartel de cerrado durante dos meses. Fue entonces cuando encontré entre los bolsillos la tarjeta de Lucas M36, que se había quedado allí olvidada desde que conocí Jaime y Jorge en la inauguración de TenKey.
Era un caso de emergencia y, como su local estaba al lado de la oficina, pedí cita después del trabajo. Una pequeña puerta en la calle Monte Esquinza, 36 (Madrid) da la bienvenida a un lapso de tiempo entre pasado y futuro. Un local alargado en el que sentirse a mediados del siglo XX y salir con una estética de vanguardia.
Entre música de épocas pasadas y un ambiente con personalidad y muy masculino (que en general se echa en falta en los salones de belleza) se respira moda, tendencia y lo más importante: distensión (también escasa en el mundo de la moda). Yo iba con mis fotos seleccionadas de lo que me quería hacer, como un guiri que se pasea por el centro de la ciudad con su mapa. Un ligero vistazo, un par de apuntes y, por primera vez en la historia de la humanidad, el corte quedó justo como habíamos hablado. Nada de licencias de córtame dos dedos y desaparecen cuatro tras pasar la tijera.
Jaime y Jorge saben lo que se hacen, una carrera de más de 20 años en peluquería y barbería es lo que llevan de recorrido estos dos hermanos. Saben qué necesita tu pelo, qué te sentará mejor según la estructura de tu cara y tu cabeza, y transformar tu idea para que encaje a la perfección contigo. Desde entonces, mi única preocupación es dar las buenas tardes, sentarme en la silla con una revista (atentos a su buena selección de publicaciones) y mirar al espejo cuando terminan para volver a comprobar que han dado en el clavo. Ah, y las chicas también son muy bien recibidas.
Take care,
Javo