59ª Edición de Mercedes-Benz Fashion Week Madrid, ni siquiera suena a número que quieras celebrar, casi mejor nos esperamos a la 60ª. Al menos esa es la sensación que nos ha dejado esta cita a juzgar por las propuestas vistas. Si el pasado septiembre dejamos atrás una descafeinada fashion week rescatada por los más jóvenes, ésta parece haberse debilitado incluso más aún, si cabe.
Estamos en crisis, no es momento de derrochar, por lo que podemos prescindir de los fuegos artificiales y demás artificios del show (por cierto, magníficamente montado, como de costumbre, por Andrés Sardá y su oda a Las Vegas). Hasta aquí, de acuerdo. De lo que no nos podemos olvidar, sin embargo, es del factor sorpresa. Me explico de nuevo: como hemos visto de un tiempo a esta parte en pasarelas internacionales, incluso en la Alta Costura que aún nos recuerda los últimos retazos de los espectaculares montajes de Galliano, el volumen se ha bajado. Se ha bajado en cuanto a agregados, fastuosidades y envoltorios de espacio y prendas, pero en éstas últimas aún queda precisamente esa sensación de lujo. El lujo tradicional de las cosas bien hechas, de las que sólo encuentras en ciertos lugares, de las que marcan la diferencia y se asocian más a la impecable factura de la artesanía que al bling-bling que llama la atención en exceso.
Hemos cambiado y podríamos decir que la tendencia en estos momentos la marca de nuevo el pasar notoriamente desapercibido, como bien dijo aquel sabio señor tiempo ha. La maestría en encontrar ese punto de exclusividad sin gritarla por un megáfono es a lo que llamo yo el factor sorpresa.
Las décadas de los 60-70, el negro y los continuos viajes al continente americano han marcado una edición de la que se apeaban Maya Hansen, Sara Coleman, Sita Murt (que cambió Madrid por Barcelona) y el joven Rabaneda, y a la que regresaba un deshinchado Davidelfin, cuya esperada presentación estuvo más abrazada por los insustanciales chascarrillos de portera que por la vertiente creativa que se le presume a un diseñador.
Hemos cambiado y podríamos decir que la tendencia en estos momentos la marca de nuevo el pasar notoriamente desapercibido, como bien dijo aquel sabio señor tiempo ha. La maestría en encontrar ese punto de exclusividad sin gritarla por un megáfono es a lo que llamo yo el factor sorpresa.
Las décadas de los 60-70, el negro y los continuos viajes al continente americano han marcado una edición de la que se apeaban Maya Hansen, Sara Coleman, Sita Murt (que cambió Madrid por Barcelona) y el joven Rabaneda, y a la que regresaba un deshinchado Davidelfin, cuya esperada presentación estuvo más abrazada por los insustanciales chascarrillos de portera que por la vertiente creativa que se le presume a un diseñador.
Vayamos al grano. De entre los 40 desfiles celebrados del 14 al 18 del pasado febrero en el Pabellón/Búnker 14 de Ifema, nos han encandilado, dentro de lo que cabe, dos nombres que bien merecido tienen el triunfo de esta edición: Ana Locking y Juan Vidal.
Ana Locking
Debilidad es un sentimiento que se apodera de nosotros con cualquier cosa que esté relacionada con USA, y si está armada por Ana Locking, nuestra subjetividad aumenta. ‘American Landscape’ es una road movie que nos lleva de la costa este a oeste de los EE. UU. plasmando los paisajes propios de la Ruta 66 en prendas con reconocible sello Locking. Desde los rígidos grises de las grandes ciudades a los fluidos azules de las costas californianas y el brillo de La Vegas, pasando por los naturales amarillos, verdes y rojos de Yellowstone. El sentimiento del sueño americano, ése que todos buscamos en nuestro propio “viaje de la vida”, y que puede culminar en lo más alto, por ejemplo, la Luna, el último landscape conquistado por lo estadounidenses.
Subjetividades aparte, Ana Locking mostró un amplio rango de aptitudes y creatividad en esta colección que la hizo subir al podium suscitando comentarios más que positivos.
Subjetividades aparte, Ana Locking mostró un amplio rango de aptitudes y creatividad en esta colección que la hizo subir al podium suscitando comentarios más que positivos.
Juan Vidal
Diana es la chica del valenciano para el próximo O/I 2014-15, y no viene sola, sino rodeada de muchas bestias. Según la mitología romana, Diana es la diosa de la caza, por lo que los animales son parte de su ser. Criaturas que son igual de importantes para los famosos y embaucadores chamanes. Bestias que se estampan en colores saturados sobre los tejidos creados especialmente por Juan Vidal, un paso adelante en su evolución creativa.Los sombreros, punto de partida de la colección, se convirtieron en objeto de deseo desde el primer segundo que salieron a pasear por pasarela. Materias primas sencillas que se enriquecen con infinidad de aplicaciones. Cortes limpios y femeninas siluetas que recuerdan a unos años 60-70 actualizados, nuevos y en sucesión infinita de capas (en invierno). Una gama cromática que evoluciona de los púrpuras al enigmático negro final, como el inicio y las ascuas resultantes de una mágica hoguera intermedia de fucsias, naranjas y rojos.
Conceptos y momentos históricos revolucionarios. Una "ida de olla", como él mismo explicó, que toma cuerpo, cohesión y casa a la perfección en esta aura sentera/setentera que evoluciona en el siglo XXI [¿Acaso Jim Morrison no era el rey lagarto (estampado constante en esta colección)?]
Un merecido premio L'Oreal por segundo año consecutivo.
Y así cerramos este febrero. Pasamos página. Hacemos borrón y esperamos poder hacer cuenta nueva el próximo septiembre.
Take care,
Javo
*Fotos: La Otra Horma Del Zapato
*Fotos: La Otra Horma Del Zapato